lunes, 4 de diciembre de 2017

El sonido de una ciudad


Breve reseña sobre la máquina de relatos, y el entramado de culturas que conforman el Gran La Plata.

         Una adolecente logra acercarse a sus raíces mapuches a partir de un viaje al sur. En cambio, un viaje similar significa para otra mujer con sus cuatro hijos el mismísimo infierno. Otro caso es el de la joven que se ha convertido al islam y desde hace ya dos años confronta los problemas del maniqueísmo bélico de moda: al verla en la parada del micro, algún alma perdida en los estereotipos le grita “¡terrorista! ¡Sacate ese velo, hija de puta!“. La señorita Treveck escapó de la segunda guerra mundial luego de perder a su marido y a su hijo. Se instaló en la ciudad de La Plata para trabajar como oficiala en un taller de costura. La nieta de su jefa recuerda haberla despedido en el puerto el día que, ya jubilada, decidió volver a su alejada patria italiana. Una procedencia similar se le atribuye a la señorita Paulina, quien ha dejado en la memoria de la hoy abuela Verónica un eterno resonar musical de domingo, cuando de niña, en lo de sus tías, escuchaba a la misteriosa mujer deleitando a los presentes con sus Klavier Etude. También Erica proviene de otro país, pero ella cuenta su propia historia, de cómo las vueltas del destino, pese a tantas dificultades, la llevaron a dedicarse a la música. Y luego, si damos a la escucha el tiempo suficiente, podremos encontrarnos con muchas más realidades: por ejemplo, la historia de lo que significó ser la primer micrera de la ciudad, o de cómo esa señora, tercera generación de trabajadorxs ferroviarios platenses en su familia, se transformó en cofundadora de uno de los espacios artísticos y culturales más importantes de la ciudad. Estamos hablando de los relatos de una máquina: la instalación sonora llamada „La máquina de Macedonio“.
            Inspirada en la novela "La Ciudad Ausente" del escritor Ricardo Piglia y en la mítica historia de amor del escritor platense Macedonio Fernández y su esposa Elena, esta instalación sonora tiene como objetivo llevar a la máquina de narrar al plano audiovisual. Se trata de una estructura metálica emplazada al aire libre, a través de la cual sonarán día y noche voces de diferentes mujeres narrando historias, que llevarán al oyente a dar breves vistazos a través de diversas realidades. A su vez el público podrá interactuar con la máquina mediante la aplicación Whatsapp, enviando mensajes de audio con relatos, comentarios y/o sonidos varios, a un número telefónico que podrá verse en la misma escultura. Con el tiempo los mensajes pasarán a formar parte del repertorio sonoro de la máquina, la cual ha sido instalada en los parques del Centro Cultural Estación Provincial, en el emblemático barrio Meridiano V.

        „La máquina de Macedonio“ reproduce el sonar del territorio y su entramado sociocultural. Esta pieza no busca establecer los límites de una cultura, sino relevar las diferentes culturas que conviven en- y conforman el Gran La Plata. En sus voces femeninas se podrán oír las virtudes, los pesares y curiosidades de la urbe platense y sus adyacencias, expresadas siempre desde del punto de vista de la vivencia.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Redes, lenguaje y tendencia

 Los artículos “les“ y “lxs“ y una marcada tendencia en las redes sociales.

 Tal vez debido a la informalidad de las redes sociales, al no estar atadas a modales, y que su contenido no se aferre a líneas editoriales o busque llegar a determinados niveles de algún tipo de calidad, se dejan entrever en estas marcadas tendencias con respecto a las formas de expresión sus usuarios. Si entendiéramos los contenidos de las redes sociales como una forma de expresión provenientes de recortes de determinados universos sociales, entonces las tendencias que en estos espacios se expresan, podrían ser un interesante objeto de análisis. Es así como navegando en estos tormentosos mares de contenidos puede uno tropezarse sin quererlo con un subrepticio cambio lingüístico, o cuanto menos una interesante propuesta. Una de las tendencias que ha comenzado ya hace un tiempo a delinearse en las redes sociales, es el uso de los artículos unisex en los post, para evitar la omisión del género femenino en los caso en los que el idioma español así lo contempla, supuestamente incluyéndolo en un artículo que se lee y suena como el artículo plural masculino los. Esta particularidad de la lengua española que pareciera ser una cualidad menor, ha sido tomado como un potencial punto de cambio en la desigual consideración histórica de la mujer con respecto al hombre en las sociedades machistas. Teniendo en cuenta que el ser humano se refiere a la realidad principalmente mediante el lenguaje (o los lenguajes), tal vez un cambio certero en los idiomas sea lo que nos lleve casi sin darnos cuenta a una nueva forma de expresar la realidad y posteriormente interpretarla. La síntesis de los géneros femenino y masculino en un nuevo artículo: lxs o les, guarda en si un claro mensaje, y confronta a su vez la omisión del género femenino bajo una sonoridad masculina. ¿Constituye esta licencia en le lenguaje un problema para la expresión o para la interpretación? Es decir ¿podré hacerme entender utilizando al escribir también los artículos les o lxs? Por un lado el artículo lxs (cada vez más utilizado en los post de convocatorias en redes sociales) parece ser más amable a la lectura, debido a que, pese a su fin abarcativo, su dificultosa sonoridad termina por ser suplantada en el plano verbal (al leerse en voz alta) por los artículos las o los, lo cual es, en definitiva, una desventaja. Por otra parte el artículo les, aunque ya presente en la lengua española en forma por ejemplo de interjección, posee como artículo una sonoridad nueva, que pese a poder generar en un principio breves detenciones en la lectura, no debido a un quiebre en el sentido, sino producto del proceso de acostumbramiento de les lectores, es justamente esta nueva sonoridad la que evita la sustitución del artículo neutral o abarcativo por el género masculino o femenino en el plano verbal y mantiene, a su vez, el ritmo del escritor intacto. Se podría argüir rápidamente que la lengua española ya contiene herramientas para referirnos a ellos y a ellas cada vez que así nosotros lo dispusiéramos. Sucede que además de que el idioma español contiene en su “reglamento“ la omisión del género femenino en algunos casos como una forma correcta; de tomarnos el trabajo (desde ya genuino) de escribir en cada caso refiriéndonos tanto a los sujetos femeninos como al los masculinos, el ritmo de la lectura se vería perjudicado, entonces el argumento sería nuevamente, la falta de elocuencia. En el ámbito de la música, a pesar de su discutible condición de lenguaje, las convenciones han sido y serán fuertes y casi inamovibles pilares sobre los cuales se sostienen tanto las sonatas de Mozart, como los cortes de un nuevo album de Beyoncé. No obstante, cada cierta cantidad de años y una cantidad tal de circunstancias favorables, un Cage, un Kagel o una Björk ponen en jaque las convenciones musicales reinterpretándolas, reinventándolas o destruyendolas; y así comienzan a convivir en un mismo “lenguaje“ diversas formas de expresión, hasta que una nueva convención se establece. Esto que en el arte en general pareciera formar parte de un irremediable ciclo, en los idiomas no suele suceder. No sólo en las redes sociales se ha comenzado a utilizar de forma corriente este tipo de artículos. Algunas radios de trayectoria de capital federal, como por ejemplo La Tribu, ya han puesto en práctica el artículo les en muchos de sus programas. Un antecedente de similares caracteresticas es la exposición hecha por la doctora en Lenguas y Literaturas Romances Karina Galperin en el marco de las charlas TED Río de La Plata “¿Ase falta una nueba ortografía?“, en la cual la disertante pregunta al público si hace falta simplificar la ortografía, deshaciéndose, entre otras cosas, de la “H“ muda. En este caso el cambio que se propone es algo drástico, ya que además de confrontar una arraigada convención, Galperín también se pregunta por la vigencia de nuestro sistema educativo. En el caso anterior el tema se propone de forma teórica y sistemática, en cambio las convocatorias en facebook lo hacen de forma pragmática y despreocupada, y esto significa una gran ventaja, ya que el cambio propuesto no se ha planeado o premeditado, sino que forma parte de un devenir. Es en este último punto en el que el uso de los artículos unisex parecieran tratarse de un hecho, un cambio que ha comenzado a torcer la convención, tal como tantos otros pequeños e inadvertidos cambios que ha sufrido nuestro idioma español lo han hecho. La intención de este cambio es clara: la no omisión de un género tanto en el lenguaje escrito como en el verbal, y en consecuencia una expresión y posterior percepción sintética del discurso, que se refiera a una realidad tan masculina como femenina. El vértigo ante lo “erróneo“ es un clásico síntoma frente al vacío de la convención. La realidad cambiará en tanto nosotros la cambiemos, y preguntándonos todo, hasta los por qué de las más arraigadas convenciones, para luego discutirlos, puede ser un posible camino para comenzar a lograrlo. Será entonces oportuno tener en cuenta que: “El éxito de toda reforma ortográfica que toque hábitos tan arraigados, está en la prudencia, el consenso, el gradualismo y la tolerancia. Pero tampoco podemos dejar que el arraigo a viejas costumbres nos impidan seguir adelante.“(*) (*) Sic.: ¿Ase falta una nueba ortografía? - Karina Galperin - TED x Río de La Plata -

miércoles, 8 de marzo de 2017

Lxs


Acercándonos a otro Día Internacional de la Mujer, brotan nuevamente necesarias pero añejadas discusiones socioculturales.

Entre tantas otras historias, cuentan en mi familia que una de mis bisabuelas por parte materna fue la primer mujer en la familia en obtener el registro de conducir. En la década del 20 el registro significó para ella la expansión de su libertad. Su padre, quien había adquirido el Fort A, no lo manejaba por encontrarse ya muy anciano y su hermano no tenía interés alguno en aprender a manejar, luego de estrellar el auto contra una pared al intentar utilizar la reversa. Entonces ella era quien disponía del auto, el más moderno y práctico medio de movilidad. Contaba Elena a sus nietas, que un problema que ella tenía, era que su largo vestido se enredaba en los pedales y la palanca de cambio, dificultándole el manejo. En esa época la mujer usaba vestido largo, o mejor dicho, y teniendo en cuenta la importancia de una convención: la mujer debía usar vestido largo, porque otras prendas serían mal vistas. Tampoco era posible arremangárselo, ya que esto podría haber generando disgusto en un eventual copiloto masculino. Tan sólo comparando aquellos tiempos con los que corren podremos entender la magnitud de dicha convención: hoy en día ninguna mujer tendría problemas en utilizar los pedales o caja de cambios de su auto por deber usar tal o cual prenda de ropa. No sólo el tiempo sino también el esfuerzo y la persistencia de otras tantas mujeres anónimas, han logrado que estos deberes, convenciones e imposiciones sean hoy un recuerdo, o, en el peor de los casos, reprochables situaciones a denunciar.
No obstante, bajo nuevas formas de expresión y nuevas técnicas de implementación, la misoginia persiste firme en el presente. Este año, en medio de las sesiones del Parlamento Europeo en el marco de la discusión sobre la brecha salarial existente entre hombres y mujeres, retrotrayéndonos a tiempos de vestidos enredados en pedales, el Eurodiputado polaco Korwin-Mikke se refirió a las mujeres como “más débiles y menos inteligentes que los hombres“, bajo el ingenuo argumento de que allá en tiempos de olimpíadas griegas las mujeres ocupaban el puesto 800 (en algún tipo de ranking) y que entre los primeros 100 puestos de lxs actuales mejores jugadorxs de ajedrez del mundo no se encuentra ninguna mujer. Más allá de que un ranking mundial de ajedrecistas no suponga una lista de las personas más inteligentes del mundo (lisa y llana inteligencia) y que difícilmente la referencia a la antigüedad represente ápice alguno de la realidad contemporánea; el que un comentario de este tipo tenga lugar durante las sesiones del Parlamento Europeo en nuestros tiempos, es preocupante. Descartada la posibilidad de que el comentario de Korwin-Mikke se trate de una chicana política, debido a su fin misógino, nos encontramos frente a un mal curado problema de fondo de tantas sociedades en diversas partes del mundo. A todo esto, y también gracias a los tiempos que corren, en esa misma sesión e inmediatamente después del exabrupto, la diputada por España respondió al infundado comentario aclarando que ella se encontraba allí para defender a las mujeres europeas de hombres como él.
Más allá de que las necesarias discusiones sobre temas del tal calibre se vean vejadas por agresivas intervenciones, lamentablemente es cierto que una parte de la sociedad (en este caso la polaca, pero pudiéndose tratar de la alemana, la francesa, la danesa o la estadounidense, por ejemplo) elige como parlamentarixs, tanto en el parlamento nacional como en el europeo, a representantes que no sólo pregonan este tipo de ideas misóginas sino que pretenden implementarlas y/o hacerlas perdurar. Y no es sólo la igualdad de género contra lo que se destacan dichxs representantes, sino también contra la igualdad en términos generales, o mejor dicho la integración: políticas migratorias, sin importar sexo o religión. Se conoció el dato de que la entrada de Korwin-Mikke al parlamento europeo se debió al fuerte apoyo (logró un 28,5% de los sufragios) por parte de lxs polacos de entre 18 y 25 años en las elecciones de 2014. El rango de edad de lxs votantes es preocupante y potencialmente peligroso, pero lo que no se especifica es si se tratan de votantes polacos o de votantes polacos y polacas, lo cual significaría una diferencia sustancial para el análisis de este caso. Korwin-Mikke es una de las tantas apariciones cíclicas del populismo centroeuropeo (y sus nombres de pila de a cuerdo a la época), las cuales no parecieran responder sólo a una determinada circunstancia, sino también a una lamentable e inherente cualidad deshumanizante que se replica cada tanto en algunas minorías de turno. Estas son ideas fijas e inmutables que se basan en peligrosas falacias que, por ejemplo, el hace poco fallecido filósofo Todorov ha sabido desglosar.

Ya no resulta increíble que lxs representantes de las minorías que creen en un sueldo inferior para la mujer, o que lxs inmigrantes (dependiendo del poder económico de dichxs inmigrantes) son la causa de un debilitamiento cultural, o de la creciente inseguridad, se manifiesten hoy despreocupadamente sobre estas cuestiones aludiendo  una políticamente incorrecta forma de expresarse. Pese a todo esto, los cambios están sucediendo y su continuidad y perdurabilidad dependen tanto de lxs representantes en el poder como de lxs representados. La inmediatez de un cambio, como por ejemplo sería la igualdad de género en los tantísimos espacio socioculturales en los cuales esta no se contempla, puede que tenga lugar en los reductos políticos, allí donde una decisión puede torcer el timón de una vez. Pero la profundidad de un cambio, su arraigo y efecto, tiene sin duda lugar en el llano, allí donde cualquier ciudadanx puede tomar partido, la cotidianidad. Las propuestas son de lo más variadas: cambios en el lenguaje en los medios de difusión, tanto en el plano escrito como en el verbal, para evitar la sonoridad del masculino en los artículos y sustantivos del plural mixto. La utilización de líneas de comunicación directa frente a la violencia de género. La denuncia de dichos actos de violencia. Diversas actividades informativas para tomar conciencia al respecto, tanto en el ámbito artístico como en el político. Integración a partir de los espacios de expresión artística (orquestas, performances colectivas, etc…). El cambio está encausado en cada uno de nosotros y, acercándonos al Día Internacional de la Mujer, valdrá la pena apoyar estas iniciativas y observar, ya no sólo conmemorativamente y con mayor empeño, si el necesario cambio sociocultural continúa a paso firme su rumbo, si la bisabuela Elena, con su reluciente registro en mano y sin enredo alguno presionará, con sus despreocupadas pantorrillas desnudas, el embrague, el freno o el acelerador.