domingo, 23 de junio de 2019

Arcadia y las palomas


            En el audio ella habla de la familia, de su historia, de los comienzos de un camino que ya viene transitando hace más de 40 años. Junto a la voz añeja se escuchan brevísimas intervenciones bocca chiusadel entrevistador y el percutir de una cuchara revolviendo lo que hacia el final del audio no enteraremos, se trata de un café. En determinado momento ella habla sobre la memoria, lo que le cuesta retener algunos recuerdos. Los mediodías es cuando más lúcida se encuentra, entonces se toma un tiempo para anotar sus ideas. Las anota para luego recordarlas cuando esa "sensación de vacío" le ataca finalizando las jornadas. En la entrevista pareciera recordarlo todo con lujos de detalle (mediodía, seguramente). Entonces, encontrándose su relato tal vez en el momento más álgido y triste, recordando una colección de objetos que ella guarda para su nieta desaparecida, hace una pausa en su verbo y, aprovechando esta lucidez que le inunda (dice ella), cuenta al entrevistador sobre una vez, cuando ella era muy pequeña. Una tarde tormentosa en la que al llegar a la escuela le dijeron que se vuelva a la casa, que aquella tormenta no era tal, sino un volcán cercano en actividad, y que debían evacuar. "Empezó a caer ceniza. Una noche absoluta, iluminada sólo por relámpagos. Recuerdo haber sentido eso, el silencio." Relata sobre esa tarde, pero luego continua: "Y ahí estaban, eran dos torcasitas. Papá me había dicho que les dejara agua, comida y la puerta abierta, y que ellas sabrían qué hacer si la situación empeoraba. Y yo lloraba." Prosigue su avejentada voz contando sobre su relación con los pájaros, como los cuidaba, los criaba, cómo ellos la despertaban posándose sobre su cama en la mañana, cuando su padre abría las puertas de esos palacios que parecían las jaulas; y finaliza el lapso, sin empargo, agradecida de esas vivencias hermosas que tuvo de chica, recuerdos que en "épocas mucha tristeza" le han "ayudado a salir adelante". Dice esa voz sobre dichos recuerdos: "Son como pájaros que vuelan dentro mío. No los palpo, no los veo, pero están". 
            Resulta interesante la idea de que todos heredamos "un cierto ideal caprichoso de felicidad, un ideal sostenido en recuerdos compartidos, en parte verdaderos, en parte inventados, de veranos durante la infancia, llenos de sol y de agua y en los que los días no tenían fin. Todas las culturas inventan su propia Arcadia (...)." (John Berger : Confabulaciones : 35). Aun más interesante, si pensáramos que este lugar, Arcadia, pudiera construirse no sólo en una dimensión espacio-temporal colectiva sino también individual, tal vez luego de ya haber recorrido la mayor parte de nuestros caminos, podríamos decir que ella, la voz en el audio, nos ha llevado en ese breve pasaje de paseo a su Arcadia, ese lugar sumergido en los recuerdos en el cual sobrevive la lucidez de un sentimiento, el silencio percibido no como un fenómeno acústico, sino como un estado interno, el paisaje sonoro del recuerdo. Me refiero a la dimensión sonora de la memoria, el recuerdo de un momento y un espacio asentados en la infancia. Ella y los pájaros hasta en los momentos más intensos y extravagantes, un vínculo que la acompañó hasta el final de sus días. Y todo surge a colación de unas cosas que ella guarda junto a su esperanza para darle a su nieta desaparecida, entre estas cosas hay un oleo de dos torcasitas que ella pintó cuando tendría uno puñado de años de vida.

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