Baila y remueve el aire a su alrededor. Una nebulosa espesa de
aliento de túnel y dejo etílico.
Una tradición, en este caso, de Waltzes de salón. Creo haber escuchado
esa característica en la externación del estilo, lo que hace al metro tan
simple una música folklórica. Es el detalle no escrito, el que aprendió el
flautista en su niñez; el defecto, el error barrial que genera un tropiezo.
Cuerda viento y parche congenian, son los tácitos del alemán. Claro, es una
danza, y si bien hay costumbres que se adoptan, aquí en Alemania, es este el
mecer de la cuna y su mecer también. En realidad ella se tambalea y canta en la
cumbre (¿regresión?). Las bocas se iluminan cada ocho minutos y suspiran, exhalan
todo su aliento carbónico. Strauss la saca a bailar con fuerza pero ella no
cae; conoce el error, el tropiezo.
¡Las ciudades más breves del mundo!;
Grosshansdorf de 7 minutos, Olhstedt de 2 minutos. También son barrios y hasta
calles que desaparecen con cada suspiro.
“Der Man ist ein Schamand aber gefährlich”,
canta y repite en una frecuencia alta. El
hombre es encantador pero peligroso, sería una posible traducción. ¿Una
denuncia?, ¿qué sabe ella?. El hombre como la humanidad peligrosa, Schamand es su relación con la naturaleza
(naturaleza controlada), la que nuestra bailarina de Ballet con V corta ha visto y sentido.
Los dragones resoplan esta vez de
más, extraño. Se acerca el subte, los alvéolos me susurran: “debo estar atento
y presionar el botón”.
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