miércoles, 5 de septiembre de 2012

Schamand



Baila y remueve el aire a su alrededor. Una nebulosa espesa de aliento de túnel y dejo etílico.
Una tradición, en este caso, de Waltzes de salón. Creo haber escuchado esa característica en la externación del estilo, lo que hace al metro tan simple una música folklórica. Es el detalle no escrito, el que aprendió el flautista en su niñez; el defecto, el error barrial que genera un tropiezo. Cuerda viento y parche congenian, son los tácitos del alemán. Claro, es una danza, y si bien hay costumbres que se adoptan, aquí en Alemania, es este el mecer de la cuna y su mecer también. En realidad ella se tambalea y canta en la cumbre (¿regresión?). Las bocas se iluminan cada ocho minutos y suspiran, exhalan todo su aliento carbónico. Strauss la saca a bailar con fuerza pero ella no cae; conoce el error, el tropiezo.
¡Las ciudades más breves del mundo!; Grosshansdorf de 7 minutos, Olhstedt de 2 minutos. También son barrios y hasta calles que desaparecen con cada suspiro.
“Der Man ist ein Schamand aber gefährlich”, canta y repite en una frecuencia alta. El hombre es encantador pero peligroso, sería una posible traducción. ¿Una denuncia?, ¿qué sabe ella?. El hombre como la humanidad peligrosa, Schamand es su relación con la naturaleza (naturaleza controlada), la que nuestra bailarina de Ballet con V corta ha visto y sentido.
Los dragones resoplan esta vez de más, extraño. Se acerca el subte, los alvéolos me susurran: “debo estar atento y presionar el botón”.
 

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