miércoles, 22 de agosto de 2012

Los gallos de Lübeck


¿Cómo describir un sonido?, uno que escucho cada tanto y me hace pensar acerca de.
Son gallos, varios gallos situados estratégicamente en las alturas, sobre las puntas de la ciudad. Y si quisiera ser más específico diría que son picotazos de gallos, un desenfrenado ataque de picotazos cada día a las doce del mediodía, y luego de las campanadas comienza, no luego sino mientras, la superposición de polifonías microtonales. Las ambulancias deambulan con aparente apuro buscando probables problemas (o problemas probables).
Mientras sentado en una pared baja, en una esquina, simulo fotografiar la Holzentor para capturar ancianos, imagino a uno de ellos en una situación.
Es un hombre de muchos años que camina con bastón, usa una boina con la cual cubre sólo una porción de su cabeza. Los rulos se le escapan de por entre las orejas. Imagino: Habrá desayunado bien temprano un pancito con fiambre posiblemente, y unas  rodajas de pepino, un café con leche o crema, sin azúcar, y un pequeño tazón con cereal y leche. Eso es sencillo de adivinar, suele suceder.
Terminada lacomidamasimportantedeldía ha salido a caminar, sólo a caminar, para tomar un poco de sensillamentericoyfrescoaire y aterrizar cerca del mediodía en un supermercado. Allí ha de haber comprado una gran lata de cerveza para el camino y así continuar con su paseo, porque él es conciente de que una persona de su edad debe mantener una vida sana. Ha cruzado medio centro comercial y se habrá dirigido a la puerta de la ciudad para entretenerse contando cuantos contingentes de turistas españoles pasan cerca y a través del monumento. Luego debe haber cruzado la calle principal sin notar el flash de una cámara justo en la esquina, y llegando al próximo cruce escuchó, seguramente, el lamento de una sirena, porque gira su cuello para mirar a los lados. Todavía espera, vuelve a escuchar algo, una campanada, y de repente pone su mano sobre su pecho, por casualidad junto con la campanada ha sentido algo más. Y, ¡de nuevo!, lo siente otra vez en el pecho, se siente como picotazos. Algo picotea su pecho con fuerza.
La cacería de ancianos es un trabajo arduo, hay que esperar, mimetizarse con el entorno, ser un turista más, y para lograr una buena toma debe uno “gatillar” cuando el objetivo se detiene o pasa cerca. Así se logra una imagen clara con buena resolución y detallada de sus caras. Las historias que hay en cada una de esas caras.
Es el clímax de la pieza para orquesta urbana, las campanas como locas y las sirenas suenan cada vez más agudo, siguen buscando posibles catástrofes, emergencias. Irrumpe el ruido metálico de una lata media llena que ha caído. La ambulancia se detiene, dos hombres enadrenalizados salen de la parte trasera con una camilla.
“Estoy bien, estoy bien”, sentencia perdido el viejo de bastón. Está sano, es sólo un gallo que picotea su brazo izquierdo.

Yupo

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