Gritando: “La frase, la frase, la
frase y la semifrase semi-frase, tener en cuenta, en cuenta, tener en cuenta
que la frase… . Una interesante, interesante, una interesante tex-tuuuuu, una
interesante tex-tuuuu-ra, texturase, textura-se, se puede ana-liza-r, a,
a-na-li-zar, analizar en la segunda, de…” .
Qué hace a un ser humano neutral,
salir y entrar a un mismo tema sin pudor, sin aparente interés e intención. No
voy a deshilacharme en Suiza, o en los médicos, voy a centrarme en alguna que
otra conducta que observo y lamento avisar desde el primer párrafo, que habré
de generar, por lo menos en mi texto, un denominador común que espero no
termine siendo una mera generalización. Si esto fuese así, si mi denominador se
transformase en una falacia (lo que descubriremos sobre el final), entonces seguirá
siendo mi trabajo reformular mis ideas y conclusiones.
El gato está agazapado, en pleno
ejercicio de caza en medio del bosque, donde hay además muchas otras cosas, en
el medio del bosque. Parece saltar sobre algo y patalear encima, ¿su víctima?,
un pedazo de corteza de árbol. Mordisquea, creo, y de entre las cortezas extrae
su verdadero trofeo, un ratón o algo similar: peludo y pequeño. Y se terminó,
porque al contárselo a mi pareja, sentada a mi lado, irrumpe en la casi desinteresada
apreciación el comentario alto (su volumen) de un individuo sentado frente a
nosotros.
Tengo una teoría incomprobable que
básicamente dice así: tengo instalado en alguna parte de mi cuerpo un sistema
que atrae dementes.
Vestido elegante-raído, con asombro
(buena cualidad) nos cuenta que podría haber sido un pájaro lo que el gato
cazó, y si así fuera ¡que pena!, porque los gatos matan muchos pájaros en esta
época y los extinguen… . Una vez extinguidos los pájaros nos quedamos sin
melodías y por lo tanto: el gato predador de melodías.
En determinadas circunstancias
cortaría de un tijeretazo seco la conversación con un “cordial” gesto casi
ínfimo, asentaría con una sonrisa de doble arco (¿?) y miraría hacia un punto
fijo cercano a su rostro, aunque desviado. Pero por suerte mi novia es
realmente cordial, y de buena gana con las personas que galopan a media marcha
en la locura. Ella demostró interés y él, contento, charló un rato, solo él
habló, feliz, a los gritos. Luego de la sana medida de diálogo, con la misma
sonrisa de doble arco ella se deshizo de su interés.
Pareciera que doy vueltas sobre una anécdota
sin valor alguno, y sin embargo llego lentamente a mi objetivo.
Del bolsillo de su avejentado saco
con el cual se vistió para conseguir hoy un trabajo, sacó un libro de
encuadernado color amarillo. Con su dedo gordo hizo sonar en forma de guiro las
hojas hasta llegar a un lugar cualquiera y comenzó a leer en voz alta,
realmente alta su voz. Sucedió entonces que mi curiosidad empujó mis ojos hacia
la portada del libro, porque, si bien por estos días entiendo el idioma alemán,
el tartamudeo y la dudosa articulación de nuestro Shakespeare me dificultaba
terminar el proceso de traducción (estructura alemán – estructura español –
estructura alemán).
Pequeño libro titulado “Wagner, el
anillo del nibelungo”.
A todo esto (todo) sentada al lado
de William se encuentra una señora, la cual no ha emitido señal alguna que
demuestre su presencia, que revalide su presencia. Hay un verdadero show a su
lado y ella no se ve afectada de ninguna manera. Me refiero a que tampoco se la ve molesta, en desacuerdo o
feliz, disfrutando en silencio, no, nada pareciera suceder en su arropado
cuerpo. Describo también un nivel un poco más amplio de nuestro contexto, nos
encontramos viajando en tren ya hace unos treinta minutos atravesando pueblos
de dudosa existencia. Podría también continuar trasponiendo mi idea a los
anillos más amplios de la sociedad, pero no sé, no tengo noción alguna de a
donde llegaría, y por lejano e incierto este fin, he ahora de olvidarlo. Me
quedaré entonces con cuatro individuos: Mi pareja, el showman, el ente y yo.
Tal como las vías atraviesan
pueblos, a lo largo de este corto texto hemos atravesado algunos de los más
corrientes subconjuntos de neutralidad, esos que varían, se abren, se cierran,
se agrandan y se estrechan. Los firmes, los aparentes y los variables, y entre
estos, agolpado por no estar dentro de ninguno sino lindar con los mismos,
surge él con un espacio que cambia de dimensiones en cada estación, por los
conjuntos de distintas medidas y grosor, y de entre estos sigue sonando,
mientras tirado por los cisnes que el estado ha expropiado a Lohengrin el tren
retoma la marcha desde una estación ninguna; ya con menos reverberancia sigue sonando,
y escucho como la venganza y el honor se hacen acorde, nota, textura y frase.
Yupo
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