En este texto, querido lector,
quiero contarte algo y a partir de ese algo que lleguemos a una conclusión, es
decir, que saquemos de esto que leemos ahora una idea.
Si bien nuestra empresa (si es que
me seguís) será posiblemente no del todo exacta, porque cada uno de nosotros
puede tener una idea diferente sobre lo que, en instantes, te he de contar; me
gustaría, me serviría realmente que luego de leer este uno más de los falsos
ensayos y mi conclusión personal, me dejes la tuya, tu de acuerdo o
des-acuerdo.
Bueno, no te aburras, vamos a lo
nuestro.
Resulta que en la ciudad de
Hamburgo, en Alemania, hay aparentemente un excelente servicio de salud. Los
hospitales funcionan bien, hay lugar, remedios, camillas, tele para todos; los
estudios se hacen sin problema, las salas de espera de los consultorios tienen
entretenimientos para niños para que estos no se aburran esperando la media
hora que a uno lo hacen esperar; y por supuesto, el traslado al hospital,
salita o lo que sea, es también diez puntos: la gente deja pasar a las
ambulancias y estas están muy bien equipadas, son cómodas.
Hasta aquí nada interesante, quiero
decir que mi teoría no es que “en Alemania los servicios de salud funcionan
correctamente”, y luego le pregunto al lector: “según lo que le cuento, ¿usted
que opina?”, no.
Toda esta introducción viene a una
situación que viví hace muy poquito, una noche de agosto sentado en un bar (en
las mesas de afuera) tomando una cerveza con dos amigos.
Estábamos hablando de lo lindo que
es la nada cuando interrumpió la atmosfera de birras y papas fritas un ruido
ensordecedor y sumamente molesto. Una ambulancia que iba a toda velocidad por
una calle desierta de tráfico y justo en el momento en que pasó junto al bar
donde nosotros y otras varias personas estábamos, hizo sonar su sirena. Estas
sirenas suenan fuertísimo, un volumen realmente alto, tan alto que pareciera innecesario.
Y me percaté, quizás por estar acompañado de músicos, que el intervalo entre
las dos notas que la sirena emite es de cuarta justa, pero no tan sorprendente
me pareció este intervalo sino su orden y direccionalidad, una cuarta justa
ascendente, es decir, una cadencia auténtica, un sonido que resuelve a otro.
Una cadencia auténtica es el chin-púm
de la música tonal, el chan-chan, el
final final. Que no siempre se encuentra en toda la música, pero sí muchas
veces. Es un típico final, chin-pum,
usado en el tango, los últimos dos acordes pueden soler ser una cadencia
auténtica.
Supongo que algún lector músico podría
decirme que una cadencia auténtica necesita más que dos sonidos para existir,
necesita un contexto. Pero sucede lo siguiente: en una sociedad como la alemana
donde la cadencia autentica tiene una raíz tan fuerte, tradicional, casi
folklórica; el mero sonar de este intervalo (repetidas veces) genera esa
sensación de cierre, de estabilidad que ésta cadencia proporciona.
Sensación de estabilidad es lo que
esas ambulancias propagan por toda la ciudad. Son una forma subliminal de
adentrarse en el inconciente de la población. Les meten la cadencia autentica
en la cabeza usando como cortina el excelente servicio de salud que funciona
tan bien, que cada vez que algo malo sucede una ambulancia sale disparada para
socorrer al cliente, sea que éste se haya cortado un dedo, o tenga un infarto
la corazón. La salud no es más que una excusa para controlar sistemáticamente,
no solo de forma diaria sino cada hora a la poblada. Horarios rigurosos son los
que cumplen éstas falsas ambulancias. Tres de la mañana, por una calle vacía
escucho una ambulancia que pasa y solo toca su sirena cuando cerca de personas,
solo un par de veces, las suficientes para morder la psiquis y no desafinarse
demasiado por el efecto Doppler.
Sé que esta teoría que aquí describo
puede no ser del todo creíble o entendible. El lector tendría que confiar en la
calidad de los hechos que he contado, pero así y todo, creo que mucho más
ligero de creer es esto que el mito que cuenta que Chuck Norris, durante su
reinado en Suecia, mandó a perseguir a todos los pelados del país, y que tal
fue la persecución, que los países nórdicos como Noruega y Finlandia entre
otros tuvieron durante esos años la mayor corriente inmigratoria de pelados
jamás antes conocida. En fin, las ambulancias y su real función.
Cada uno en Hamburgo paga su seguro
de salud. El estado no quiere gente con esa duda que genera el que todo
funcione bien, en esa realidad utópica que pareciera por momentos convencer a
una ciudad entera.
¡¿Yo, paranoico?!, naaaaa.
L.Gírgola
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